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sábado, 23 de enero de 2010

RECUPERANDO EL IDIOMA CASTELLANO 1


Foto publicada en ARTE, FOTOS Y DIBUJOS.



PRIMER CAPÍTULO

SOBRE SIMPATÍA Y OTRAS PALABRAS

Es muy frecuente oír a mucha gente, de distintos países de habla hispana, cambiar el significado de las palabras. En algunos sectores de Venezuela, por ejemplo, la gente dice “escuchar”, en lugar de "oír". Tanto en Venezuela como en otros países suramericanos se utilizan palabras inglesas, en reemplazo de las palabras castellanas. Se dice, por ejemplo “full” en lugar de "completo o satisfecho" o "mall", en lugar de centro comercial. La lista de palabras mal utilizadas es muy larga.

Es normal que se utilicen sinónimos para definir muchos sustantivos o formas verbales. Pero, la mayoría de las veces no se trata de sinónimos sino de palabras que tienen otro significado distinto.

Una de las causas del deterioro que sufre el idioma español o castellano en los países latinoamericanos son las malas traducciones del inglés que hacen los traductores de películas y series de televisión norteamericanas. Esos traductores no saben, por lo general, la diferencia entre las palabras “dentro” y “adentro” ni entre “dónde” y “adónde”. Menos saben, esas personas, la diferencia entre “bella” y “simpática”.

En esta serie de modestos artículos intentaré recuperar el significado correcto de algunas palabras que se usan mal, no sólo fuera de España, sino también en la Península Ibérica. No me refiero a lugares en donde se habla otro idioma o algún dialecto importante, calificado o considerado como idioma, como es el caso del catalán y el valenciano.

Cuando trabajé como instructor de choferes (por más de veinte años), en Estocolmo, tuve alumnos de casi todos los países del mundo. Por ser mi idioma materno el castellano, me especialicé en dictar clases de teoría en ese idioma, además del sueco (los cursillos en los que se impartían esas clases eran de mínimo veinte horas). Tuve muchos alumnos españoles, sudamericanos, centroamericanos, etc.

Para poder impartir esas clases (además de las clases prácticas en el automóvil) tuve que aprender muchos sinónimos y vocablos que se usaban en los distintos países. Gracias a ello pude comunicarme mejor con la mayoría de los alumnos y logré transmitirles los conocimientos que necesitaban para que pudieran aprobar su examen de conductor.

El sistema sueco para optar a una licencia de conducir es muy engorroso e innecesariamente difícil. Durante algunos periodos se podía dar el examen de teoría en forma oral, con intérprete. Quisiera contar una anécdota muy curiosa, algo que no debería haber sucedido jamás, pero sí sucedió, en ese país con enormes contradicciones, en lo que respecta al trato de los extranjeros residentes. Habría para escribir un libro (de hecho, uno de mis proyectos) para contar todo lo absurdo de ese sistema.

Una vez se inscribió en mis cursos una señora de aproximadamente cuarenta años, de nacionalidad chilena. Como a muchas otras personas, a ella sólo le interesaba asistir a las clases de teoría. La señora en cuestión quería presentarse a dar su examen en sueco, pero quería asistir a dos cursos distintos, uno en español y otro en sueco. Y así lo hizo. En esa forma pudo aprender la terminología que se usaba en ambos idiomas y pudo aclarar un sinnúmero de dudas que tenía.

La señora era buena alumna. Le costaba entender muchas cosas, pero aprendió lo que debía aprender.

Lo anterior no tendría nada de curioso ni de absurdo. ¿Verdad?
Pero lo increíble es que esta señora había prestado sus servicios como intérprete en la Dirección de Tráfico sueca durante varios años, sin tener idea de nada de lo que tenía que ver con conocimientos de tránsito, ni en sueco ni en español. Sólo después de haber asistido a mis clases aprendió lo necesario para poder aprobar su propio examen.

¿Cómo pudo, esta señora (y muchos otros intérpretes), traducir para la entidad sueca lo que decían los aspirantes a licencia de conducir? ¿Se imaginan, ustedes, lo injusto de los resultados producto de una actividad desarrollada por una persona que era analfabeta en la materia?
Así, también, hay muy malos traductores e intérpretes en muchos países, que no tienen la más mínima formación idiomática. De ahí que se incurra en tantos errores, algo muy nefasto en actividades que son tan importantes para la difusión de un idioma.

Vamos, ahora, al motivo de este artículo. Quiero aclarar la diferencia que existe entre las palabras simpatía y belleza.

Para algunos de nosotros, una mujer puede ser bella, pero antipática. Otra mujer, sin embargo, puede parecernos fea, pero simpática.

Esto quiere decir que bella no es sinónimo de simpática, puesto que la belleza es inherente al aspecto de algo o alguien, si es agradable a nuestra vista. Una puesta de sol es bella. La luna llena o en todas sus variaciones, deslizándose en una noche estrellada, es hermosa. Una mujer de rostro con caracteres agradables a la vista es bella. También lo es un hombre, con los rasgos que agradan a la mayoría.

Según el diccionario ilustrado Espasa, belleza es “propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual”. Otra acepción del mismo diccionario dice “mujer notable por su hermosura”. Luego, si buscamos hermosura, encontramos cuatro acepciones. La primera: “belleza de las cosas”. La segunda: por extensión, lo agradable”. La tercera: “proporción noble y perfecta de las partes con el todo; conjunto de cualidades que hacen a una cosa excelente en su línea”. La cuarta dice “persona hermosa”.

No podemos, por lo tanto, decir que la luna es simpática, en lugar de decir bella o hermosa. Una cosa no puede exprear simpatía. Tampoco podemos afirmar que una estatua es simpática. Bella puede ser, por la forma en que fue hecha o por lo que representa, pero no simpática.

Veamos, entonces, qué significa la palabra simpatía. Primera acepción: “Inclinación afectiva, generalmente espontánea y mutua”. Segunda: “por extensión, análoga a inclinación hacia animales o cosas”. Tercera: “Modo de ser y carácter de una persona, que la hacen atractiva y agradable a los demás”. La cuarta acepción es un término médico.

La simpatía de una persona (tercera acepción) depende de sus gestos, de su forma de mirar, por ejemplo, con una sonrisa. Una persona que sonríe en forma espontánea y sincera es una persona simpática. Una persona que hace un comentario positivo y muestra afecto, es simpática, indiferentemente de si es bella o no.

Luego, se puede sentir simpatía por algo o alguien (segunda acepción). Eso no quiere decir que el objeto o persona hacia la que se siente simpatía sea simpática. Esto tiene que ver con el sentimiento de simpatía que irradia alguien.

Si tomamos la primera acepción (que yo cambiaría de lugar), se refiera a una inclinación afectiva, se parece mucho a la segunda acepción. Se trata de ser afectivo, comunicativo y generoso/a en la disposición a sonreír o disponibilidad de ayuda.

Si hablamos de belleza y simpatía, también debemos referirnos a otra palabra que puede confundirse con simpatía. Me refiero a la empatía.

Empatía es un término psicológico, que significa “participación afectiva y, por lo general, emotiva, de un sujeto en una realidad ajena”.

Podríamos decir que empatía surge cuando nos encontramos en un medio distinto o adverso al nuestro, al que nos adaptamos, aportando con nuestra solidaridad y nuestro afecto, a pesar de no tener compromiso directo alguno con quienes conforman ese medio. Nada tiene que ver, entonces la simpatía, aunque ésta puede surgir, también, en ese medio.

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