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martes, 7 de enero de 2014

LA FAMILIA 2, PILAR FUNDAMENTAL DE TODA SOCIEDAD 2

SEGUNDA PARTE
publicada el 15 de enero, 2010.


Nota del 7 de enero, 2014:
Se han eliminado varios enlaces a páginas que ya han desaparecido. Por ahora no se ha llevado a cabo otros cambios.

DEL MATRIARCADO AL PATRIARCADO

¿Por qué el matriarcado fue, poco a poco, reemplazado por el patriarcado? Probablemente el cambio se debió a razones de fuerza física, más las circunstancias de desarrollo del clan.

En los comienzos del clan, durante el matriarcado, la defensa era dirigida por la “Gran Madre”. Era natural que ese papel le correspondiera a ella, porque, al salir los hombres a resguardar las “fronteras” (defensa exterior), había que defender el hogar o espacio más íntimo del clan, donde estaba la vivienda y el lugar en donde se cocinaba o donde se repartían los víveres. Los hombres regresaban cansados o heridos y dependían de los cuidados de la “Gran Madre” y los otros miembros del clan.

Se supone que, durante el matriarcado, la repartición de víveres o bienes para su subsistencia, se hacía en forma equitativa. Su forma de vida era comunitaria, habiendo igualdad de derechos y deberes entre todos los miembros del clan.

En el aspecto de la defensa, podemos comparar el sistema matriarcal con una colmena de abejas, en la que las guerreras tienen como función la defensa de la reina y de las larvas, que permitirán la multiplicación de guerreras y zánganos y la sobrevivencia de la especie, al asegurar la formación de una nueva reina. Debo subrayar que la comparación con el clan, en sus inicios, tiene que ver únicamente con la organización de la defensa.

La defensa exterior estaba a cargo de los guerreros, que debían ser dirigidos, con toda seguridad, por el más astuto y fuerte, el que se convertía en líder. Este líder se transformaba, poco a poco, en el jefe del clan y reemplazaba a la “Gran Madre” en todas las tareas de defensa interna, además de la distribución de los bienes.

ENLACES RELACIONADOS CON EL CAMBIO DE MATRIARCADO A PATRIARCADO:





El patriarcado se impuso en todas las sociedades primitivas. También fue desapareciendo la distribución equitativa de los bienes, al surgir el comercio, las guerras y la esclavitud.

Muchos individuos descubrieron que no sólo podían domesticar animales y utilizarlos como alimento y para hacerlos trabajar, sino que también podían obligar a los humanos más débiles a trabajar, especialmente a aquellos a los que se conquistaba, como parte de botín de guerra. Fue así como surgió la esclavitud, la que adoptó muchas formas en las distintas sociedades que adoptaron este modo de producción. Sin embargo, quienes más fomentaron la esclavitud fueron los gobernantes de las civilizaciones avanzadas de la antigüedad. Más tarde fueron los imperios, como el Imperio Romano, los que se encargaron de expandir la esclavitud a todos los territorios conocidos en Asia, África y Europa.

VER ENLACES SOBRE LA ESCLAVITUD:




En todo el periodo de transformación de la sociedad comunitaria a sociedad esclavista, la familia se remitía a seguir los designios de los nuevos líderes, que serían sus amos. En todas las sociedades esclavistas, la familia tenía una influencia nula en la clase explotada de esa sociedad.

Como he dicho anteriormente, todos los miembros de las familias de esclavos no eran más que mercancías. Los amos podían vender familias enteras, grupos, lotes o en forma individual. Los amos decidían si un esclavo merecía vivir o morir. Por eso no podríamos decir que los esclavos tenían familia. Eran, simplemente, parte de un rebaño de animales.

Los amos, sin embargo, tenían familias, hasta que eran conquistados por otros grupos étnicos y pasaban a ser esclavos.

Las dos formas más claras de esclavitud fueron la griega y la romana, “cuna de la civilización occidental y cristiana”. Conviene recordar en qué forma estaban organizadas esas dos sociedades y qué importancia le daban a la familia. Conviene recordar, entre otras cosas, que en la antigua Atenas surgió el término “democracia”, que significaba “gobierno del pueblo y para el pueblo”. Pero el pueblo eran los ciudadanos, que poseían esclavos. Además, eran sólo los hombres los que podían ser ciudadanos. Las mujeres no tenían derecho a voz ni a voto, como no lo tuvieron durante muchos milenios, en las civilizaciones posteriores. Con muy pocas excepciones, las mujeres estaban relegadas a la cocina y a la cría de hijos, durante toda la sociedad esclavista, durante toda la sociedad feudal y durante la gran parte de la sociedad burguesa o capitalista. A las mujeres se les dio el derecho a voto recién hace menos de un siglo, más que nada gracias a las presiones de los trabajadores y de los movimientos de izquierda, especialmente movimientos de mujeres socialistas.

Piense usted, amigo lector o amiga lectora, que hace sólo 100 años (una pequeñísima parte de la historia universal) pudieron votar las primeras mujeres. Todas las religiones aceptaron, primero todas las formas de expolotación del hombre por el hombre, aunque debieron adaptarse a los cambios que se fueron produciendo en la sociedad (o, mejor dicho, sociedades).  Las teorías teológicas fueron agregando tintes de humanismo a sus doctrinas. De lo contrario no habrían podido seguir existiendo. Todas las religiones, por consiguiente, aceptaron la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo. Por eso aceptaron, también, la no existencia del voto universal y la no existencia del voto femenino.

VER ENLACES SOBRE EL SUFRAGIO UNIVERSAL, LA LUCHA DE LAS MUJERES Y SOBRE EL SUFRAGIO FEMENINO:




El derecho a voz y voto de las mujeres fueron conquistas de los movimientos de izquierda (NO DIGO PARTIDOS), como lo fueron las ocho horas de trabajo y otras reivindicaciones de los trabajadores, etc.

La familia, en todas esas sociedades patriarcales, eran un grupo de personas de parentesco cercano, en las que el jefe de familia era el padre o el abuelo. Las mujeres debían obediencia absoluta a los maridos.  Los matrimonios eran pactados, por lo general, entre las familias o los jefes de familia. En algunas sociedades de pagaban dotes o se hacían traspasos de bienes.

Aún hoy en día hay matrimonios forzados, en los que influye totalmente la familia de los novios. Es el caso de muchas religiones islámicas, que obligan a sus hijos a contraer matrimonio únicamente con quienes profesan su religión. Y no sólo eso, se les elige la pareja desde que son niños o adolescentes. Así la  familia va creciendo, al emparentarse con otra familia.

Esas costumbres están tan arraigadas en los habitantes de esos países islámicos o con mayoría de creyentes islámicos, que se aceptan, sin saber siquiera de que existen otras formas de formar un matrimonio. El no cumplir con esas tradiciones significa ser castigados severamente, hasta llegar a la muerte de la novia, que es la que, generalmente puede oponer resistencia.

Esto ha ocasionado serios problemas a cientos de miles de jóvenes, hijas de familias que han emigrado a países europeos, que han conocido una cultura distinta, habiendo adoptado las ideas de libertad para elegir la pareja y de igualdad de deberes y derechos para el hombre y la mujer.

El rebelarse contra la decisión de los padres en la elección de una persona que, muchas veces ni siquiera conocen, a estas mujeres les ha resultado ser víctimas de una brutal represión familiar, lo que ha obligado a muchas muchachas a solicitar la protección del Estado, como es el caso de Suecia. También hay organizaciones de mujeres que se encargan de proteger a las víctimas.

El Estado sueco les garantiza protección, llegando incluso a ubicarlas en una vivienda y otorgarles nueva identidad. En muchos casos, sin embargo, a pesar de estar protegidas y tener identificados a los represores y perseguidores, éstos logran ubicar a la víctima y la asesinan. Son los casos llamados “asesinatos por honor”. En esa forma, los padres “limpian” a su familia del deshonor de no haber cumplido con un compromiso de matrimonio. La tradición y la familia son, en estos casos, un obstáculo para los derechos humanos.

La gran mayoría de las hijas de estas familias, por lo tanto, se ven obligadas a aceptar la imposición de sus padres. Esto ha sido ampliamente divulgado en los medios suecos y de otros países. Personalmente, yo he sido testigo del sufrimiento de muchas de mis alumnas que estaban en esa situación. Conocí muchas chicas que se casaron con una persona desconocida (la mayoría de ellas se resignaban y aceptaba la idea de que el amor “viene después”) y supe de algunos casos de enorme sufrimiento, porque ellas se habían enamorado de muchachos suecos o de otra nacionalidad europea o latinoamericana, de religión cristiana o sin religión.

Familias surgidas en esas condiciones difícilmente se podrían tomar como ejemplo. Y en estos casos, no hay excusas para decir que se deben “respetar las tradiciones”. Los derechos humanos deben estar por encima de las tradiciones.

En cuanto a los matrimonios cristianos, podemos decir que la mayoría de los contrayentes eligen (en la actualidad) libremente a sus parejas. Pero también siguen existiendo los matrimonios por conveniencia, en los que se deja a un lado el amor para conservar o aumentar un estatus en la vida pública. Muchos matrimonios los siguen planificando los padres, quienes influyen directa o indirectamente en la elección de las parejas. Esto es más común entre las familias de muy altos recursos económicos.

Por otra parte, sabemos que muchos matrimonios “normales”, si bien es cierto son decididos por los novios, obedecen a intereses económicos. Muchos otros matrimonios obedecen a la necesidad de liberarse de la familia paterna y materna. También existen los matrimonios de “emergencia”, debido a un embarazo prematuro o no planificado. Y también existen matrimonios que son el producto de pasiones pasajeras, basadas únicamente en el goce sexual, sin que las parejas se conozcan realmente. Son muy pocos los casos en los que es el amor afectivo, la entrega sin interés, lo que predomina.

Además de los matrimonios existen muchas parejas de hecho, llamadas de muchas formas, como concubinato, etc. Son personas que deciden irse a vivir juntas como pareja, sin comprometerse a estar registradas como matrimonios, ya sea porque no les interesa casarse, porque no lo consideran necesario o porque, simplemente, no pueden. Para estas personas, no es importante verse obligadas a vivir juntas porque lo dice un documento, sino porque ellas mismas lo deciden, por el tiempo que ambas partes lo consideren oportuno o conveniente.

La gran mayoría de los matrimonios se rompen, entre otros motivos, por las causas que señalé anteriormente. Utilizo la frase “se rompen” y no la forma verbal “fracasan”, porque no se puede decir que si una relación se termina es porque haya fracasado. Era una relación destinada a la ruptura, por la poca base afectiva que hubo desde un comienzo. El término fracasar se utiliza erróneamente, pues el fracaso estuvo al comienzo, no al final. El final de la relación es, en muchos casos, la liberación de una o ambas partes. Es la liberación del fracaso.

Dependiendo del nivel cultural, de la influencia religiosa, de los principios morales que tengamos, desde niños empezamos a soñar con tener un hogar propio cuando seamos mayores. Empezamos por juegos y la fantasía. Cuando llegamos a la adolescencia ya deseamos tener ese hogar.

Quienes hemos sido cristianos hemos deseado tener una sola pareja, para toda la vida. Soñamos con la fidelidad y con el ideal del “amor puro”, ese amor que es superior a todo y nos dará fuerzas para llevar a cabo todos nuestros planes en el terreno económico, profesional y de la formación de la propia familia.

Más tarde nos hemos dado cuenta de que no todo es tan sencillo. Hay muchos factores que imposibilitan la continuación de la gran mayoría de las relaciones matrimoniales o de hecho.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE.

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