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sábado, 18 de abril de 2020

DONALD TRUMP Y JAIR BOLSONARO TIENEN RAZÓN

La economía es muy importante para toda nación o país y para el conjunto de todos los países del mundo. Si las fuerzas productivas se detienen, no hay forma de que funcione la administración, los servicios ni el comercio. Si las industrias no trabajan, no hay producción. Si la gente no trabaja, no tiene dinero para comprar bienes ni satisfacer sus necesidades inherentes a la vivienda, salud, educación ni servicios de electricidad, agua, gas, entre otros. Es un ciclo que no se debe romper en ninguno de sus eslabones. Una pandemia no debe ser causa de la destrucción de la productividad ni la prestación de servicios. 

Por lo tanto, Donald Trump, Jair Bolsonaro y otros gobernantes tienen razón, desde el punto de vista de la economía. Por otra parte, también tienen razón otros gobernantes, que consideran que, en primer lugar, está la salud de la gente, como es el caso del presidente español Pedro Sánchez y muchos otros. Ni en uno ni en otro caso se ha actuado con mala intención, por lo tanto no es correcto acusar a nadie por gestión irresponsable. Una cosa es criticar algunas de las medidas o la tardanza en llevarlas a cabo, pero a nadie se lo pueda acusar de ser responsables de muertes causadas por el virus, como lo han hecho en España algunos dirigentes del PP y de VOX (VER).

Puesto que esta pandemia nos ha sorprendido a todos, nadie ha sabido tomar las medidas adecuadas desde el comienzo de los primeros contagios. En todos los países, sin excepción, se han cometido errores, no por negligencia, falta de capacidad, ni por razones políticas, sino porque nadie estaba preparado para una enfermedad desconocida. Lamentablemente no se tomaron medidas sanitarias suficientes a tiempo -antes de que se supiera nada sobre el nuevo virus- En la mayoría de los países del mundo se priorizaban otras actividades. Se dio más importancia al desarrollo económico, apoyo a las empresas privadas, tanto productivas como financieras. No se dudó en salvar a los bancos, por ejemplo, cuando esas entidades se enfrentaron a graves peligros que amenazaban su existencia, a causa de sus propios errores, que hicieron perder mucho dinero a los ahorristas que habían confiado en ellos (VER).  

En lo que respecta a los sistemas de salud, no se les otorgó los recursos que se requerían, no se contrató personal suficiente ni se equipó a los hospitales de los equipos necesarios para su buen funcionamiento. En algunos países se hizo, incluso, recortes a la salud pública y se favoreció a las clínicas privadas, como es el caso de España, cuando gobernaba el Partido Popular. Es lo mismo que pasaba con la educación; se priorizaba la educación privada y se descuidaba la educación en las escuelas e institutos públicos (VER).

¿QUÉ SE PUEDE HACER AHORA?


Se debe hacer lo que se debió hacer desde un principio: buscar y encontrar un equilibrio adecuado para entre economía y salud, prevenir y atender a la población, destinando -entre otras medidas- suficientes recursos para hacer pruebas, con la finalidad de detectar la nueva enfermedad. Al mismo tiempo se debe asegurar los empleos y la productividad de todas las empresas. No se debe descuidar ninguna de las dos cosas.

Ya en este blog se han planteado soluciones que pueden ser eficaces para que la gente vuelva a sus trabajos, los niños vuelvan a las escuelas y toda la gente salga de sus casas para llevar a cabo todo tipo de actividades, con la condición de evitar aglomeraciones y mantener las distancias se seguridad

En mis anteriores entradas he propuesto, por ejemplo, dividir los grupos de trabajadores en las empresas, para que la gente trabaje en turnos distintos. Las escuelas también deberían acomodar sus planes de estudio y dividir los alumnos en grupos más pequeños, para que asistan a clases en turnos distintos, de tal modo que nadie pierda la posibilidad de educarse. De incentivarse la educación a distancia se debe permitir a todos los estudiantes tener acceso a ordenadores y otro material didáctico. No debe ser que quienes tienen más recursos económicos tengan mayores posibilidades de obtener conocimientos, que es lo que ha pasado hasta ahora. 

En algunos países ya empiezan a pensar en algunas de las propuestas que he hecho, pero muy débil y puntualmente. Eso es cuestión de sentido común. No puede ser que nadie más haya pensado en estas soluciones. Yo he enviado cartas a algunas embajadas y a las autoridades suecas, pero no es fácil que las propuestas lleguen a las personas que deben tomar las decisiones. Las secretarías de ministerios y otras entidades gubernamentales tienen filtros y responden con informaciones generales, porque sólo esperan preguntas, no propuestas. No hay posibilidades de que las opiniones de ciudadanos comunes puedan ser escuchadas.

Hay cientos de millones de ciudadanos que actualmente están confinados en sus casas, en lo que se ha llamado "cuarentena", término que antes se usaba más que nada para aislar a pequeños grupos de enfermos que podían contagiar a otras personas. Ahora se lo ha usado para aislar a toda una población o país. La cuarentena o confinamiento no tiene, en este caso, una explicación científica, pero se debe respetar la decisión de los gobiernos de muchos países que la han aplicado. Aceptarla no significa que se esté de acuerdo con ella.

El autor de este blog, junto a más de diez millones de personas, tiene la suerte de vivir en un país en donde no se ha aplicado el confinamiento. Gracias a ello se puede trabajar, aunque la demanda de bienes y servicios ha bajado, puesto que mucha gente tiene miedo de salir de sus hogares. Las autoridades suecas han hecho muchas recomendaciones y la mayoría de la población las ha acatado. No se debe salir si se tiene síntomas de enfermedad, por ejemplo. En las tiendas y otros sitios, la gente ha aprendido a mantener las distancias de seguridad, aunque, lamentablemente hay algunos grupos de personas que no le dan importancia suficiente al riesgo de contagio. Las escuelas y guarderías siguen trabajando. En esos casos es muy difícil mantener las distancias de seguridad, lo que puede llegar a convertirse en un grave problema de contagio. De ahí la importancia de hacer grupos más pequeños.

Es posible que Suecia esté equivocada. Pero también es posible que pueda ser la mejor solución, si se logra mantener la evolución actual de la enfermedad.


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