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jueves, 30 de diciembre de 2010

MÚSICA, MÚSICA, QUIERO APRENDER A OIR MÚSICA

Me gusta todo tipo de música, pero no aquella estridente, de gritos y frases sin sentido. Bueno, que no es música, en realidad. Son manifestaciones musicales que gustan a muchos oyentes, que tienen todo el derecho a preferirlas. Tampoco tolero los famosos vallenatos ni las bachatas. Que me perdonen los amantes de esa música, pero la mayoría de esas composiciones no son más que repeticiones, casi siempre con las mismas notas y con historias banales y absurdas, como aquella en la que se canta a una prostituta. Se le canta al hijo, que está en la cárcel por haber asesinado a su padre. La letra justifica la prostitución (como única salida para aquella "abnegada madre" que no tiene otro camino más que vender sexo para mantener a su hijo) y el asesinato.

Ese tipo de "música" debería estar prohibida o, por lo menos, condenada moralmente (VER NOTA, MÁS ABAJO). Pero se oye en casi todos los buses donde viaja gente pobre, la que la tararea como si fuera parte de sus vidas.

Algunos temas de vallenato me pueden gustar, hasta cierto punto. Pero aún no he oído uno solo que tenga una letra bonita, que exprese algo más que despecho, rencor, burla o falso romanticismo. En cuanto a la música, ya lo he dicho, falta originalidad cuando se repiten casi siempre las mismas notas.

Pero mi intención no es escribir sobre la música que no me gusta, sino de la que me gusta más. Y es con esa música con la que estoy en deuda, porque aún no he aprendido a escucharla. Hasta me puedo considerar una especie de "traidor", porque siempre he dejado a un lado la concentración necesaria para ello.

Me refiero a la música clásica de Chopin, Tjaikovski, Beethoven, Mozart, Brahms, etc. No me refiero únicamente a la música de cámara o los conciertos, sino también a la ópera. Conozco la mayoría de las obras de los autores clásicos y las reconozco al oírlas. También puedo tocar trozos de muchas obras en el piano. Pero hace mucho tiempo que no tengo piano. Actualnmente ni siquiera tengo una guitarra. Por eso creo que ya nunca más volveré a tocar un instrumento en mi vida.

Mi consuelo, entonces, es escuchar esa buena música, que tánto relaja y tánto ayuda a despejar la mente para concentrarse en las cosas más importantes de la vida, como el escribir.

Y he ahí el problema fundamental: nunca tengo tiempo para concentrarme y oír la música. Quiero decir, oírla con atención, navegando entre sus notas y siguiendo el ritmo más allá del ritmo en sí sino percibir también los sentimientos que el compositor o los intérpretes expresan cuando tensan las cuerdas o apretan las teclas, elevándonos a una especie de paraíso musical.

No digo que no entienda la música. Tampoco afirmo que no la disfruto. Pero no la escucho como se debiera escuchar. Por lo tanto, no la disfruto completamente.

Muchos creen que lo hacen. Y eso creía yo, también, hasta que me dí cuenta de que no era así. Para oír la música y disfrutarla cien por ciento, hay que escucharla, sin dedicar ni un mínimo de tiempo a otras cosas, porque entonces ya perdemos el camino y deambulamos entre piedras y matorrales.

Cuando leemos o escribimos no estamos escuchando la música. La oímos, pero sólo como adorno secundario. Y si estamos con amigos o familiares y tenemos puesta la música, tampoco la estamos escuchando. Sólo la oímos como cuando oímos el trinar de los pajarillos en un bosque, mientras chapoteamos en el agua de un lago, riendo o jugando con nuestros seres queridos. Lo banal y cotidiano tiene más fuerza que la expresión musical que nos han dejado los genios de la música. La usamos como paisaje de fondo, pero no la seguimos conscientemente.

Cuando estaba en la escuela, creo que era segundo año de secundarias, había un profesor de francés, a quien le gustaba mucho la música y la empleaba para enseñar el idioma. Creo que ese profesor influyó favorablemente en mí y en otros niños para que adoráramos el francés y fuera tan fácil aprenderlo. También recibí de él las primeras clases de música. Una de las tareas que nos dio fue dibujar en varios colores la clave de Sol. Las pocas canciones que nos enseñó quedaron para sismpre en nuestras mentes, como "Sur le pont d'Avignon".

Años después, cuando asistía a clases en un liceo nocturno, conocí a Rosa J., quien llegó a ser una de mis mejores amigas de toda la vida. Gracias a ella pude oír, por primera vez en mi vida, la Obertura de la ópera Carmen. y Toreador, de la misma obra. Me prestó un disco de aquellos que eran duros y pesados, creo que de 33 1/3. Para oírlo tuve que comprar un pequeño tocadiscos. Luego compré varios discos, todos de música clásica, que perdí en algunos de mis tantas mudanzas de obrero y estudiante pobre.

En los comienzos de mi exilio en Rumania tuve la oportunidad de ver la obra completa, varias veces en la Opera de Bucharest. Posteriormente la ví en la Opera de Estocolmo, Suecia. También compré varias versiones y hasta la película de esa ópera, con Plácido Domingo, que ví decenas de veces. Carmen ha sido la ópera que más veces he visto y oído en mi vida y nunca me cansaré de hacerlo.

Tengo muchas historias que contar de cómo seguí aprendiendo música, pero lo dejaré para otro tipo de escritos, no para mis blogs.

Lo importante es que en muchas ocasiones intenté recuperar y fortalecer esos intentos de oír música. Creo que sólo con mi amiga Rosa J,. he escuchado la música, como se debería hacerlo. Nunca más en mi vida lo volví a hacer, ni solo ni con otra persona.

¿Por qué nunca lo hice y por qué aún no lo hago? No lo puedo entender. Siempre estoy haciendo algo, cuando pongo la música. Cuando conduzco, lo que más oigo es música clásica. Pero la concentración en la conducción, que los semáforos, que los infractores de todo tipo que se encuentra uno en el camino, caminos en mal estado, reductores de velocidad, controles policiales, etc,. hacen imposible concentrarse 100 % en la música y siempre hay que empezar de cero.

Y no sólo es la ocupación mental para solucionar los problemas del momento. También está el problema del pensamiento activo, que viaja en el tiempo o recuerda la situación económica actual, los innumerables problemas por resolver, las cartas que nunca se alcanza a enviar, las llamadas telefónicas que siempre están presentes pero que nunca se efectúan, las carencias en conocimientos que hay que suplir, los múltiples proyectos de trabajo o de ideas a desarrollar, en fin, todo tipo de cosas que aparecen en la mente una y mil veces.

Creo que el problema fundamental es la disciplina. Y he ahí uno de los problemas más importantes que no se tienen en cuenta en los métodos de enseñanza, tanto de las escuelas del  pasado como en las actuales. Hasta ahora no he visto escuela alguna (en ningún país de los que he conocido) que aproveche bien el enorme potencial que hay en los jóvenes y niños. Tampoco existe una disciplina, ni en los hogares ni en los centros de enseñanza, que permita aprovechar la gran capacidad  mental de los alumnos y estudiantes.

Cuando hablo de disciplina, no lo hago en el sentido clásico de cómo se entiende ésta, como normas o castigos represivos. Me refiero a una escala de valores que se debe imponer a todos, por medio de la razón y del interés común, desde el primer día de clases en una escuela. Esa escala de valores debe transmitirse a los padres, a través de cursos especiales y campañas en los medios de comunicación.

Si esa escala de valores se aplica desde temprana edad, los niños podrían aprender a concentrarse en temas específicos y disfrutar desde la niñez de las maravillas de todas las artes, incluida la música, aparte de las materias científicas y humanísticas.

Ahora que he relacionado mi fracaso a los errores de enseñanza de los centros de estudio, vamos a mi propia parte de responsabilidad en lo que a mi preparación concierne. Como autodidacta en la mayoría de las materias que he abordado como metas de estudio y habiendo tenido la oportunidad de haber asistido a varias universidades europeas, debí haber encontrado una solución a esta gran necesidad hace mucho tiempo. De haberlo hecho, tal vez a mi edad actual habría sido un buen estudioso de la música.

Ahora, vamos a una parte positiva: durante las últimas semanas me he propuesto estudiar a fondo algunos compositores e intentar oir sus mejores composiones. Y como sucede cuando voy a leer sobre otras materias, he elegido al azar uno de los compositores famosos. La elección fue Franz Schubert. Las piezas musicales elegidas fueron tres: el quinteto "La trucha", la sinfonía número 8 "La inconclusa" y el cuarteto de cuerdas número 14 "La muerte y la doncella".

Estas tres composiciones me han transportado a un mundo fantástico, en el cual he tratado de imaginarme de cómo fue la vida de este gran compositor vienés, que murió muy joven. Todas esas obras las había oído antes, pero nunca había intentado escucharlas, como corresponde. Espero lograrlo algún día.

Al estudiar su biografía es inevitable tranportarse en el tiempo y presenciar aquel mundo de miserias en el que se vivía en Europa, cuando aún no había conocimiento sobre higiene ni medicinas que impidieran la muerte de mucha gente. Shubert tuvo 13 hermanos, 9 de los cuales murieron en la niñez. Después de una intensa vida dedicada a la música, este genio musical murió a los 31 años de edad.

Para quienes aún no conocen a Franz Shubert, recomiendo oír las obras que he mencionado. No comentan el error que he cometido yo, escúchenlas con mucha atención y podrán transportarse a un mundo de fantásticos sueños. Su música les hará relajarse y lograr una gran lucidez mental. Sienta como los distintos instrumentos se van mezclando unos con otros, llenando de colorido y movimiento el espacio, con suaves tonos de piano y violín que se transforman en alegres y violentos movimientos de voiloncheo y contrabajo que nos van mostrando diversas páginas de historias inocentes y divertidas, en contraposición a capítulos en los que la muerte es triste, cruel y agradable, al mismo tiempo, tal vez liberadora. Alegría y tristeza, aventura y desengaño. Todo junto, pero bello. En resumen: sueños hermosos.

NOTA: No me refiero a todos los vallenatos y bachatas sino a ese tipo de temas en las que se enzalza o justifica la delincuencia. En el siguiente enlace de bachatas, se puede oir el segundo tema, al que me refiero.

ENLACES:


LOS SIGUIENTES VÍDEOS  Y AUDIO SON SÓLO PARTES DE ALGUNAS PIEZAS.




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