He escrito varíos artículos sobre los actuales acontecimientos en el mundo árabe, especialmente en Libia. En ninguno de ellos he defendido al Coronel Muammar el Gaddafi, y no estoy dispuesto a hacerlo ahora, tampoco.
Porque no se trata de defender a un gobernante excéntrico (para quienes hemos sido influidos por la cultura occidental) ni todas sus medidas o acciones. Pero se debe tener el mínimo de objetividad, que los medios de comunicación internacionales no tienen, porque están dirigidos por el gobierno estadounidense y los gobiernos de otros países y por las grandes empresas multinacionales.
Todas y cada una de las noticias sobre la guerra civil en Libia son tergivesadas, magnificadas o disminuidas, de acuerdo al interés de la OTAN y de los "aliados" que han provocado esa guerra y que intervienen impunemente, con el beneplácito de las Naciones Unidas, instrumento creado para defender los intereses económicos del imperialismo norteamericano y europeo.
Las causas de la guerra son las mismas de siempre: voracidad de las potencias norteamericanas y europeas por apoderarse de los recursos energéticos y de todo tipo de materias primas para recuperarse de alguna crisis económica (que se repiten cada cierta cantidad de años) del capitalismo mundial.
El camino se preparó muy bien, aprovechando el descontento de la población por los problemas económicos y sociales no superados y utlizando distintos grupos de mercenarios (primero llamados manifestantes pacíficos y ahora llamados "rebeldes"). Uno de esos grupos es Al Qaeda, aquel movimiento adiestrado y financiado en Afganistán por el Pentágono. Es curioso cómo ese movimiento, después de dirigir la guerra contra la ex Unión Soviética, pasó a ser "enemigo" de Estados Unidos, llegando al extremo de atribuírsele el ataque a las Torres Gemelas. Ya sabemos lo que pasó, explicado gracias a las minuciosas informaciones de todos los medios de comunicación del mundo: los grupos de Al Qaeda reconocieron su participación en el ataque terrorista más grande que haya sufrido Estados Unidos, aunque al principio lo negaron.
El ataque terrorista ha estado siempre rodeado de grandes misterios, siendo uno de ellos el sospechoso trabajo de la inteligencia norteamericana, que "no fue capaz de detectar el peligro", a pesar de toda la información y de los enormes recursos tecnológicos, económicos y humanos, que posee en todo el mundo.
Otro misterio es la imposibilidad de saber qué sucedió con Osama Bin Laden, tras los ataques que se hizo a sus refugios subterráneos. Supuestamente, este personaje vive y hace declaraciones que se ha llegado a confirmar son suyas. ¿Cómo es posible, entonces, que no se lo haya capturado, después de tántos años? ¿No será que el antiguo socio de Bush esté protegido por sus "enemigos" norteamericanos?
Los seguidores de Bin Laden lucharon en la ex Yugoeslavia, al lado de los musulmanes separatistas de Bosnia Herzegovina y de los albaneses. Ahora luchan en Libia, al lado de los partidarios de la monarquía, lo que se desprende del uso de la antigua bandera. ¿No es eso sospechoso?
Aparte de ese detalle, sobre el que he especulado, hay muchas otras preguntas sin resolver. Pero lo que está claro es que la Guerra Civil Libia ha sido provocada desde fuera, con la ayuda de agentes de distintos grupos. Es una forma moderna de aplicar medidas tácticas y estratégicas en varios países, en forma simultánea, aún cuando se deba sacrificar a defensores del imperialismo, como es el caso de Hosni Mubarak, el ex presidente de Egipto. Estados Unidos y sus aliados ya aprendieron la lección de que no servía atacar a los países de a uno por uno, como lo hicieron con Afganistán y con Irak, que ha originado guerras mucho más largas de lo que habían previsto. Esas guerras significan mayores gastos y disminución de sus beneficios económicos. Fomentando y alimentando el descontento de los oprimidos de los países árabes se ha logrado una reacción en cadena, que ha llegado incluso hasta Siria.
Las condiciones de vida de los árabes y otros pueblos del Norte de África, las manifestaciones, la opulencia en la que viven sus gobernantes, etc., han despertado las simpatías de los habitantes del mundo entero por los llamados "rebeldes". Mucha gente ni siquiera sabe donde están ubicados los países en conflicto. No tenen idea de su historia ni de las luchas que esos pueblos han llevado a cabo durante siglos contra las dominaciones coloniales. No saben que esos países lograron liberarse hace apenas unos decenios atrás y que los países colonialistas como Francia, Italia, Gran Bretaña y España los habían saqueado y dejado en la miseria más grande. Sin embargo, al ver las noticias de la televisión, no dudan en condenar a los actuales gobernantes y aprobar la intervención de la OTAN y sus aliados.
Antes de opinar sobre la situación en Libia y los otros países norafricanos deberíamos tener en cuenta muchos factores, como por ejemplo:
1.- Conocer su historia y geografía. Informarse sobre cómo ha sido el desarrollo de esos pueblos, antes y después de la colonización.
2.- Informarse sobre sus riquezas naturales y cómo fueron y son administradas.
3.- Informarse sobre qué países son beneficiados por las guerras y las revueltas.
Por otra parte, es necesario que se reflexione sobre cuál ha sido la actuación de las Naciones Unidas, desde su creación. Aparte de lo que ellos llaman "pacificación" de zonas en conflicto, han estado siempre al servicio de los países invasores, si esas invasiones han favorecido los intereses del imperialismo capitalista. Si bien ha habido muchas asambleas generales en las que se ha condenado injusticias, como es el caso del bloqueo económico de Cuba por parte de Estados Unidos y las condenas a las acciones del gobierno sionista de Israel, no se ha hecho mucho contra otras invasiones, como fue en el caso de Irak. Por otra parte, el órgano que tiene mayor fuerza, el Consejo de Seguridad de la ONU, siempre ha adoptado medidas que favorecen exclusivamente los intereses norteamericanos o los de sus aliados económicos y/o militares.
Por último, es importante defender el derecho a la soberanía que tienen todos los países del mundo. Por mucho que no estemos de acuerdo con sus sistenas de gobierno, sus sistemas económicos, tradiciones, etc., debemos respetar su derecho a la autodeterminación y debemos defender ese derecho, si somos ciudadanos conscientes y honestos. Los problemas deben resolverlos los habitantes de cada país, sin intervención extranjera. Por otra parte, la justicia debe ser igual para todos, sin excepción.
¿Qué harían, por ejemplo, los gobiernos de Estados Unidos y sus aliados euopeos si se interviniera un país europeo que aún tiene monarquía? La monarquía es totalmente contraria a la democracia, si aceptamos que los Jefes de Estado deben ser electos por el pueblo. Ninguna monarquía lo es, todas han sido implantadas y son hereditarias. Y no me vengan con el cuento de que en las monarquías constitucionales los reyes ya no tinen poder político. Sea como sea, son representantes del país y ocasionan gastos financiados por las impuestos que pagan sus súbditos. ¿O me van a decir que figurar como reyes o príncipes, participando en todo tipo de ceremonias y actos públicos es gratis? ¿O que los palacios en los que viven, servidos por una muchedumbre de sirvientes, también es gratis? Sin embargo, esos sistemas existen y a nadie se le ha ocurrido invadir a esos países.
Con respecto a los países árabes, ¿cuál es aquel en donde existen las mayores limitaciones a la libertad de expresión, donde la mujer es más discriminada, donde a los homosexuales se los castiga con latigazos y se los mete en la cárcel, donde existe la pena de muerte, incluso para los menores de edad? Ese país es Arabia Saudí, el mayor aliado de Estados Unidos en la región, después del racista régimen de Israel. Sin embargo, ningún país ha mostrado simpatías por las revueltas que ha habido en ese país y es muy poco probable que se vaya a solicitar intervención alguna.
Amigos lectores y amigas lectoras, les sugiero que reflexionen sobre los temas planteados en este artículo y que se sumen a las voces que solicitan respeto a la soberanía de los países. Eso no significa que aprobemos las injusticias que existen en ellos. Pero son los pueblos los que deben elegir a sus gobernantes y los que deben decidir sobre su destino.
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