La música debe tener un ritmo. Tiene que haber una definición del compás. Tiene que sonar agradable al oído y dar una sensación de bienestar. Hay una frecuencia de repetición, que se expresa con notas y con la velocidad de las mismas. Si cambiamos el compás y las notas, ya no es la misma música. Si aceleramos la velocidad es posible que ya no suene agradable al oído sino se transforme al algo difícil de soportar. Si disminuimos mucho la velocidad, también se puede transformar en algo negativo.
Si conducimos un vehículo, que nos sea útil para llegar a un punto determinado, debe tener cierta capacidad de fuerza y velocidad. Si va muy lento, no nos sirve. Si lo hacemos ir muy rápido, puede transformarse en una máquina mortal.
Algo parecido sucede con la Revolución. Si ésta va muy despacio se puede quedar en simples reformas o intentos fallidos. Si no tiene suficiente velocidad, la reacción la sobrepasa, la aplasta y la aniquila o la sume en un amargo letargo. Si va muy rápido, se tropieza con una serie de obstáculos y se enreda en sí misma, provocando una reacción rápida en las fuerzas contrarrevolucionarias. El efecto es el mismo que en el caso anterior, pero las fuerzas revolucionarias tardan más tiempo en recuperarse, porque la reacción aplica medidas más drásticas para impedir su recuperación.
En los dos casos se prohíben los partidos o movimientos de izquierda. Se tortura y se asesina a los líderes políticos, sindicales o cualquier persona que pueda tener ideas parecidas al socialismo o comunismo. Se prohíbe la publicación, distribución y venta de libros, revistas o periódicos de izquierda, hasta que la clase económicamente dominante está segura de que no habrá posibilidades de que las ideas de izquierda puedan organizar un movimiento revolucionario. Ejemplos de esto hay muchos, a través de la Historia de la Humanidad. Quizás uno de los más claros ejemplos es el intento de socialismo que tuvo lugar en Chile, cuando Esados Unidos y la oligarquía chilena derrocaron al entonces presidente Salvador Allende, en 1973.
¿Qué ha pasado en Libia?
Allí surgió un movimiento revolucionario que aplicó medidas importantes en sus inicios. Ese movimiento, liderado por Muammar al-Gaddafi logró unificar el país, formado por tribus de beduinos y nómadas. Se logró derrocar a una monarquía que no había sido elegida por el pueblo, como ninguna otra monarquía. No existen las monarquías democráticas. Quien afirme algo similar no ha entendido absolutamente nada de lo que significa la verdadera democracia. Se ha quedado con aquella idea de la democracia para una élite, como sucedía en la Grecia antigua, donde los esclavos y otros estamentos de la sociedad no eran tomados en cuenta, no eran ciudadanos. Esa es la misma idea que tienen los oligarcas modernos, cuyos representantes se atreven a decir en un debate democrático de la Asamblea Nacional de Venezuela, que "el pueblo no quiere poder sino comida y soluciones" (VER DOS VÍDEOS: UNO, DOS).
Pero no se formó un partido de vanguardia. El coronel Gaddafi gobernó, siguiendo los dictados de su propio pensamiento, que expresaban el sentir de su pueblo. Pero decidió por su cuenta, sin la participación directa del pueblo. Llevó a cabo tareas revolucionarias, pero olvidando lo principal, que es otorgar poder al pueblo, para que éste pueda decidir.
Las medidas fueron efectivas en el principio, pero se fueron complicando con el tiempo. No era fácil construir una nación, después que el pueblo libio estuvo dominado por los colonialistas europeos, como sucedió con toda África. Por eso Libia siguió dependiendo de esos países colonialistas. Entonces se inició una etapa de reformas, obligada por las cicunstancias, cargada de contradicciones. Gaddafi combatía al imperialismo, en forma valiente, lo que le originó innumerables ataques, desde sabotajes para impedir el desarrollo económico del país, hasta bombardeos destinados a asesinarlo.
Se acusa a Gaddafi de haber apoyado a grupos terroristas, pero nada se dice sobre todos los comandos terroristas de mercenarios contratados por Estados Unidos y otros países occidentales más Israel para atacar a Libia y otros países, en todas las formas posibles. Nada se dice sobre la justas luchas de los pueblos a los que Gaddafi ayudaba. Lo importante fue siempre crear la imagen de un terrorista siniestro, que sólo buscaba "el mal" para los países occidentales y la democracia.
Gaddafi cometió muchos errores y contribuyó a fortalecer la falsa imagen que de él fabricaban en el extranjero, lo que lo fue aislando cada vez más. Uno de los errrores más importantes es el que ya he señalado antes: no entregarle poder al pueblo. Otro de los errores importantes fue no entregar la información suficiente a su pueblo de lo que se pretendía hacer para lograr la justicia social en su país y no prepararlo ideológicamente. Parte importante de la información consistía en la necesidad de dar a conocer los logros y los errores. En lugar de reconocer sus errores se intentaba dar la imagen de que todo iba bien. Ese es uno de los errores más graves que se cometen en los intentos de Revolución. Esa falta grave es aprovechada por los enemigos de la Revolución, que basan sus ataques en hacer resaltar y exagerar esos errores y sus consecuencias.
Otro de los errores graves es no definir el camino que debe tomar la Revolución, detenerse a medio camino y conformarse con solucionar algunos de los problemas económicos, como recuperar los recursos naturales y aumentar la producción para lograr ingresos para el país, olvidándose de llevar a cabo políticas que beneficien a sus habitamtes. Los trabajadores extranjeros obtenían, en el caso de Lbia, mayores ingresos que los nacionales, lo que puede ser una de las causas por las cuales hay tantos libios descontentos con la actual administración.
Gaddafi llevó a cabo muchos convenios con empresas extranjeras de países occidentales. Era necesrio hacerlo, porque Libia no tenía la infraestructura suficiente para explotar sus grandes recursos de crudo. Tampoco tenía personal especializado para llevar a cabo las tareas productivas. Por eso las empresas extranjeras aportaron con sus equipos, maquinarias y tecnología, además de llevar personal especializado de sus propios países. Eso permitió a las empresas transnacionales exigir y obtener excesivas ganancias, en desmedro del interés de la nación libia.
La Revolución libia no se puede catalogar, por consiguiente, como tal. Es uno de los tantos intentos que se llevaron a cabo en forma muy lenta y que dio lugar a desviaciones, como el nepotismo, que dio poder económico y político a los hijos de Gaddafi.
El futuro de Libia es incierto, pero una de las alternativas más probables es que se se instaure un gobierno que será fácilmente influenciado por el imperialismo norteamericano y otorgará aun mayores ventajas a las empresas extranjeras que operan en el país.
Libia, dividida o no, ya no volverá a ser la misma. Las fuerzas contrarrevolucionarias se harán con el poder. Para ello, Estados Unidos ya tiene listo el plan de acción y los posibles futuros gobernantes. Antes va a hacer todo lo posible por desprestigiar al gobierno de Gaddafi y acusarlo de todo tipo de delitos. Es siempre la misma forma de actuar del imperialismo.
OTROS ENLACES:
LA VISIÓN DE ANALISTAS OCCIDENTALES
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