Pocas veces he llorado la muerte de personas que han jugado un papel importante en la sociedad, de esas personas que desearíamos nunca murieran. Una de esas veces fue cuando supe que había muerto el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, el 17 de abril de 2014 (VER). Lamentablemente ayer los grandes medios de comunicación ignoraron el aniversario de su fallecimiento.
El 13 de abril de este año falleció otro escritor, también premio Nobel. Pero ese día no brotaron lágrimas de mis ojos. Tampoco sonreí, porque nunca me alegro de la muerte de la gente, incluso aunque sean aquellas a las que aborrezco. Solo recordé lo que ese escritor había significado para mí: decepción. Es decir, su muerte no me conmovió, en absoluto.
No recuerdo si leí, por primera vez, la novela La Ciudad y los Perros durante mi estadía en Lima, en el año 1974, si lo hice antes o después. No recuerdo si disfruté con la lectura, lo que sí recuerdo son las escenas de extremada crudeza que había entre algunos de sus personajes. Supuse, entonces, que las duras peleas entre muchachos estudiantes sólo podían ser ficción. Para mí, antes de conocer Perú, los peruanos eran débiles y temerosos, de acuerdo a lo que había leído en Chile, cuando estudiaba Historia en las escuelas primarias y secundarias. Sin embargo, mis experiencias en Perú me demostraron lo contrario. Como en todos los países, había gente de todo tipo: había personas muy atentas y amables y también las había brutas y violentas. El caso es que la primera vez que leí la novela de Vargas Llosa yo estaba pasando por un proceso complicado: exilio, separación de la familia y posterior ruptura con la misma, descubrimiento de nuevas culturas, nuevos dialectos del castellano, amor y aventuras. Salir de Chile y quedarme en Perú durante muchos meses y algunos días en Ecuador (antes de viajar a Europa) fueron vivencias que me marcaron para siempre. Allí viví tan intensamente como nunca antes lo había hecho en mi país natal.
Muchos años después volví a leer la novela y entonces comprendí mejor muchas cosas, porque había sido testigo de cómo se vivía en otros países, con características tan distintas a las del país en el que había nacido. También leí algunas de sus otras primeras obras. Después, cuando tuve conocimiento de sus declaraciones extremadamente reaccionarias, apoyando a los mayores criminales de la Historia, ya no quise leer nada más de él.
Por la cercanía geográfica a España, mi idioma materno y la facilidad de leer muchos de sus periódicos y ver la televisión española (algo en que los medios latinoamericanos están muy atrasados) pude ser testigo de la gran veneración que sienten los políticos y periodistas españoles hacia un personaje, que si bien es cierto escribía muy bien, era representante de lo más podrido y conservador de la sociedad monárquico-capitalista española y de la política internacional. Todos los medios escribieron grandes titulares a toda página, como si se tratase de un héroe indiscutible, el gran escritor. Todo eran buenos recuerdos, nada de críticas.
Nuevamente sentí asco al leer tanta porquería. Menos mal, algunos pocos periodistas o creadores de contenido se atrevieron a decir las verdades que todos los medios callaron y seguirán callando.
Invito a mis lectores a leer los siguientes enlaces:
VARGAS LLOSA NO LEÍA A VARGAS LLOSA, CARLOS MONEDERO
EPITAFIO SIN CENSURA. LAURA ARROYO
DOCTOR VARGAS Y MISTER LLOSA. IGNASIO RAMONET
MARIO VARGAS LLOSA, VENDEDOR DE IDEAS NEOLIBERALES. ABRIL 2024
LAS DOS CARAS DE VARGAS LLOSA, 2019
VARGAS LLOSA O LA PARADOJA DEL ARTISTA CONSERVADOR, ENERO 2022.