El capitalismo ha ocupado un lugar importante en el desarrollo de la Humanidad. La explotación salvaje de los miles de millones de trabajadores en muchas épocas (desde el siglo XV) y en todos los continentes contribuyó, indudablemente, al progreso científico y tecnológico. Era la solución que había cuando el oscurantismo de las monarquías y la nobleza tenían frenado el desarrollo económico, político y social. Los propulsores de los cambios pertenecían a las élites más privilegiadas de la sociedad y por eso pudieron implantar y consolidar su sistema.
La explotación de los trabajadores originó enormes riquezas que reforzaron o reemplazaron las riquezas obtenidas en conquistas de nuevos o antiguos territorios. Los ricos empresarios, banqueros y latifundistas se mezclaron con los mercaderes de esclavos, piratas y delincuentes y fueron formando las élites de pocas familias en cada país que se apoderaron de todos los recursos naturales, construyendo los imperios económicos que conocemos hoy en día.
A medida que pasaba el tiempo y gracias a la acumulación de bienes, de infraestructuras, de sistemas monetarios, bancos, financieras, medios de comunicación y empresas de todo tipo, las ricas familias fueron blindando su poderío en todo tipo de organización gubernamental, de sistemas judiciales, legislativos y de cualquier naturaleza, siendo su principal motor el Estado Burgués.
Durante varios siglos no hubo resistencia capaz de contrarrestar al capitalismo. Sólo en los últimos dos siglos empezaron a formarse los movimientos obreros y otras organizaciones que defendían los derechos de los trabajadores, alcanzando conquistas importantes únicamente a partir de comienzos del siglo XX. Las conquistas sociales fueron aumentando, gracias a la lucha de los movimientos de trabajadores, no sin que antes se derramara mucha sangre y murieran millones de obreros en las cárceles o en las calles, cuando los militares y policías (instrumentos del Estado represivo) los torturaban y masacraban por atreverse a exigir la reivindicación de sus derechos.
Las conquistas sociales, sin embargo, nunca fueron suficientes, porque las oligarquías siempre podían adaptar la legislación de tal manera de favorecerse a sí mismas. Muchos movimientos disconformes fueron utilizados por las organizaciones empresariales para consolidar más su poder. El dinero siempre podía comprar traidores o engañar al pueblo haciéndolo creer que con sacrificio todos los miembros de la sociedad superarían su estado de miseria. Para ello supieron utilizar muchos términos que eran adaptados para servir a sus propios intereses. Entre esos términos tenemos las palabras libertad, democracia, progreso, paz, surgir, competencia, etc.
La libertad de los capitalistas es la libertad para explotar, para apropiarse de las riquezas naturales que pertenecen a todos, para sumir a pueblos enteros en la miseria, con tal de obtener cada vez mayores riquezas. La democracia de los capitalistas es aquella que se compra con dinero, se compran los votos de quienes van a elegir a los gobernantes, se les pide el voto para que los gobernantes tengan poder y decidan lo que se les venga en gana, olvidando las promesas. El progreso de los capitalistas es el progreso propio, en desmedro de los intereses de quienes hacen posible ese progreso, es decir, de quienes venden su fuerza de trabajo, que son los verdaderos generadores de riqueza. La paz es la que necesita el capitalista para seguir explotando con la mayor tranquilidad posible a los trabajadores. La paz del capitalista es aquella que oprime a la mayor parte del pueblo, sin que éste pueda expresarse o tomar las riendas de su propio destino. La paz del capitalista es la que le permite mantener su poder de reprimir cualquier forma de resistencia a la explotación. Surgir, para un capitalista es tener más que otros, ser mejor que otros y ser más rico, sin importar cómo. La competencia es una de las armas mejor utilizadas por el capitalista para seguir manteniendo su hegemonía. El gran capitalista puede competir con otros capitalistas, utilizando al resto de la población, tanto vendedores de su fuerza de trabajo como consumidores de bienes y servicios. La competencia desleal del gran capitalista es el instrumento que le ha servido para consolidar su poderío económico, obtenido con anterioridad, por herencia o gracias a la especulación. Fácil es competir cuando se tiene en su poder el capital (ver), el acceso ilimitado al conocimiento o la capacidad para comprarlo y el apoyo del sistema económico con la gran superestructura que está dirigida por el Estado para mantener su hegemonía.
Los representantes del capitalismo han disfrazado sus organizaciones con muchos nombres diferentes, escondiendo sus verdaderas intenciones cuando deben hacer frente a opiniones que revelan la incapacidad del capitalismo para solucionar los problemas de la sociedad en su conjunto. Muchas de esas organizaciones han copiado incluso las banderas de lucha de los movimientos o partidos políticos que luchan contra el capitalismo y han logrado hacer algunas reformas que otorgan a los trabajadores y los grupos más desposeídos algunos beneficios, sin cambiar en absoluto el modo de producción (VER).
La última novedad del capitalismo ha sido el Neoliberalismo, una versión más moderna del mismo modo de producción y qe ha ocasionado mayor daño que todos los sistemas anteriores y que está precipitando la caída del sistema capitalista.
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