REFLEXIONES DE AÑO NUEVO
Continúa el día, que comenzó a las 0 horas. En Europa ya son casi las diez de la mañana. En América Latina aún está oscuro. Estonia ha adoptado el euro, como moneda oficial. En Brasil asumirá Dilma Roussef la presidencia de la república federativa. En España se prohíbe fumar en todos los lugares públicos, con una ley más estricta que en Suecia, pionera en la lucha contra el tabaco. En Afganistán continúan sin parar los ataques contra las tropas extranjeras. En Egipto mueren en un atentado 21 personas. En Bagdad mueren cristianos en otro atentado. Australia, y zonas de España siguen azotadas por las lluvias. También hay lluvias en algunas zonas de Paraguay y Venezuela. Nieve y hielo amenaza grandes zonas de Estados Unidos y Suecia.
Continúa el día, que comenzó a las 0 horas. En Europa ya son casi las diez de la mañana. En América Latina aún está oscuro. Estonia ha adoptado el euro, como moneda oficial. En Brasil asumirá Dilma Roussef la presidencia de la república federativa. En España se prohíbe fumar en todos los lugares públicos, con una ley más estricta que en Suecia, pionera en la lucha contra el tabaco. En Afganistán continúan sin parar los ataques contra las tropas extranjeras. En Egipto mueren en un atentado 21 personas. En Bagdad mueren cristianos en otro atentado. Australia, y zonas de España siguen azotadas por las lluvias. También hay lluvias en algunas zonas de Paraguay y Venezuela. Nieve y hielo amenaza grandes zonas de Estados Unidos y Suecia.
Así continúan las noticias en todo el mundo. La mayoría de las noticias son malas, pero también las hay buenas, aunque estas no resaltan tanto como las primeras. Una de ellas es la decisión del presidente boliviano, Evo Morales, de dejar sin efecto el decreto que anulaba las subvenciones a los carburantes. No significa que el decreto fuera un error. Pero los especuladores aprovechan cualquier oportunidad para aumentar los precios de todos los productos, en general. La especulación es uno de los mecanismos con los que se defiende el sistema capitalista. Nota del 2 de enero: ver nuevo artículo.
Yo sigo con mis recuerdos en este día, como había escrito en mi anterior artículo.
Otro amigo de mi época de estudiante vespertino era Carlos Lara. Como la mayoría de todos mis compañeros, Carlos era mayor que yo, con mayor experiencia en la vida de trabajo. Carlos era como un hermano, paciente y amable. Jamás oí de parte suya un insulto ni un reproche. Fuimos compañeros de estudios y de militancia socialista. Nos preparamos juntos para la posible batalla, en caso de golpe de estado. Ambos éramos ingenuos, creíamos que con palabras y con piedras y palos podríamos derrotar a los fascistas. El día anterior al verdadero golpe, el que nadie se imaginaba como sería, perdimos el contacto. Lo último que supe de él fueron los comentarios que hizo un familiar de su esposa, que había llegado del campo, al que los dos habíamos ayudado a conseguir trabajo y que estaba hospedado en su casa: "Ja, ja, ja... ahora anda escondiéndose con su mujer...se creía tan valiente y hasta se metió debajo de la cama... ¿dónde están, ahora los allendistas valientes? Ja, ja, ja".
Quise dale un golpe en la cara a ese huaso estúpido, que se mofaba de quien lo había alimentado en su casa, que le había dado abrigo y conseguido trabajo. El muy desgraciado se reía de aquel honesto trabajador que había apoyado a tanta gente, sin preguntarles nada sobre su tendencia política. Me di la vuelta y lo dejé hablando solo. Fue la última vez que vi a ese traidor. Y yo que había creido que a través suyo obtendría información sobre mi gran amigo.
Carlos me había contagiado (a medias) con su parsimonia, con su tranquilidad, con su forma de pensar en forma calmada antes de tomar alguna decisión importante. Me regaló más de algún libro interesante, que luego discutimos juntos. Su madurez me sorprendía; podía explicar muy bien algunos términos filosóficos y reflexionar sobre la situación política de aquella época anterior al Golpe de Estado. Fuimos amigos desde la escuela nocturna y continuamos siendo amigos hasta que el Golpe nos separó para siempre.
Otro amigo que dejé de ver en esa época fue Alvaro Olea, a quien conocí en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Ambos éramos líderes en esa organización y disfrutamos juntos de muchas actividades deportivas, de campamentos y excursiones. Alvaro fue el primero de los jóvenes menores que yo, que formó parte de ese grupo de amigos que influyó en mi forma de pensar. Me abrió las puertas de su casa, como si fuéramos hermamos, al igual que había hecho Carlos. Conocí a sus padres y a sus hermanas, todos de ascendencia suiza. Sus padres eran profesores universitarios, con altos cargos. Sus hermanas eran estudiantes universitarias. Era una familia hermosa. En su hogar se respiraba un ambiente distinto al que yo conocía de otros hogares chilenos, pobres y cion poca educación. Es difícil describirlo, porque era una mezcla de muchas cosas: limpieza, educación, amabilidad, sinceridad, comodidad, cultura, etc. Su casa era bellísima, con jardín y antejardín con césped y hermosas plantas con flores. Era una casa de lo que solíamos llamar "barrio alto". Ese ambiente lo volví a percibir en Suecia, muchos años más tarde. Muchas veces nos sentábamos en el jardín de su casa y discutíamos sobre distintos temas políticos. A veces nos interrumpía alguna de sus hermanas para mostrarnos algunos de sus experimentos científicos, que me dejaban maravillado. Su padre nos daba charlas sobre cómo era la educación en otros países y me dio a conocer parte de la música típica de algunos países de la europa oriental. Recuerdo que allí oí por primera vez polkas, mazurcas y música de Transilvania. Con la familia Olea también oí por primera vez la música del compositor alemán Johannes Brahms, como la "Danza Húngara". Otro de los temas que oí en casa de Alvaro fue Ciocirlia, interpretada por el rumano G. Zamfir.
En una ocasión hicimos una excursión a la precordillera. Allí subimos por las elevadas montañas, hasta llegar a una altura considerable. Investigamos cuevas de minas abandonadas, nos bañamos en las frías aguas de un estero y cantamos todos juntos, como si yo hubiese sido uno más de la familia. Todos soñábamos con un Chile distinto, con un país en el que todos sus habitantes tendrían los mismos derechos, sin pobreza y sin injusticias. Esa fue una de las etapas más felices de mi vida. Fue una época de sueños, que nunca murieron.
Años más tarde, Alvaro me visitaría en Bucharest. Él había obtenido una beca para estudiar medicina veterinaria en Bulgaria, meses antes del Golpe Militar. Sus padres y hermanas pudieron viajar a Suiza y radicarse allí, puesto que tenían derecho a la nacionalidad de ese país. Yo había obtenido asilo político en Rumania.
Este artículo continúa en el SIGUIENTE ENLACE. Pronto se hará el vínculo.
Otro amigo de mi época de estudiante vespertino era Carlos Lara. Como la mayoría de todos mis compañeros, Carlos era mayor que yo, con mayor experiencia en la vida de trabajo. Carlos era como un hermano, paciente y amable. Jamás oí de parte suya un insulto ni un reproche. Fuimos compañeros de estudios y de militancia socialista. Nos preparamos juntos para la posible batalla, en caso de golpe de estado. Ambos éramos ingenuos, creíamos que con palabras y con piedras y palos podríamos derrotar a los fascistas. El día anterior al verdadero golpe, el que nadie se imaginaba como sería, perdimos el contacto. Lo último que supe de él fueron los comentarios que hizo un familiar de su esposa, que había llegado del campo, al que los dos habíamos ayudado a conseguir trabajo y que estaba hospedado en su casa: "Ja, ja, ja... ahora anda escondiéndose con su mujer...se creía tan valiente y hasta se metió debajo de la cama... ¿dónde están, ahora los allendistas valientes? Ja, ja, ja".
Quise dale un golpe en la cara a ese huaso estúpido, que se mofaba de quien lo había alimentado en su casa, que le había dado abrigo y conseguido trabajo. El muy desgraciado se reía de aquel honesto trabajador que había apoyado a tanta gente, sin preguntarles nada sobre su tendencia política. Me di la vuelta y lo dejé hablando solo. Fue la última vez que vi a ese traidor. Y yo que había creido que a través suyo obtendría información sobre mi gran amigo.
Carlos me había contagiado (a medias) con su parsimonia, con su tranquilidad, con su forma de pensar en forma calmada antes de tomar alguna decisión importante. Me regaló más de algún libro interesante, que luego discutimos juntos. Su madurez me sorprendía; podía explicar muy bien algunos términos filosóficos y reflexionar sobre la situación política de aquella época anterior al Golpe de Estado. Fuimos amigos desde la escuela nocturna y continuamos siendo amigos hasta que el Golpe nos separó para siempre.
Otro amigo que dejé de ver en esa época fue Alvaro Olea, a quien conocí en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Ambos éramos líderes en esa organización y disfrutamos juntos de muchas actividades deportivas, de campamentos y excursiones. Alvaro fue el primero de los jóvenes menores que yo, que formó parte de ese grupo de amigos que influyó en mi forma de pensar. Me abrió las puertas de su casa, como si fuéramos hermamos, al igual que había hecho Carlos. Conocí a sus padres y a sus hermanas, todos de ascendencia suiza. Sus padres eran profesores universitarios, con altos cargos. Sus hermanas eran estudiantes universitarias. Era una familia hermosa. En su hogar se respiraba un ambiente distinto al que yo conocía de otros hogares chilenos, pobres y cion poca educación. Es difícil describirlo, porque era una mezcla de muchas cosas: limpieza, educación, amabilidad, sinceridad, comodidad, cultura, etc. Su casa era bellísima, con jardín y antejardín con césped y hermosas plantas con flores. Era una casa de lo que solíamos llamar "barrio alto". Ese ambiente lo volví a percibir en Suecia, muchos años más tarde. Muchas veces nos sentábamos en el jardín de su casa y discutíamos sobre distintos temas políticos. A veces nos interrumpía alguna de sus hermanas para mostrarnos algunos de sus experimentos científicos, que me dejaban maravillado. Su padre nos daba charlas sobre cómo era la educación en otros países y me dio a conocer parte de la música típica de algunos países de la europa oriental. Recuerdo que allí oí por primera vez polkas, mazurcas y música de Transilvania. Con la familia Olea también oí por primera vez la música del compositor alemán Johannes Brahms, como la "Danza Húngara". Otro de los temas que oí en casa de Alvaro fue Ciocirlia, interpretada por el rumano G. Zamfir.
En una ocasión hicimos una excursión a la precordillera. Allí subimos por las elevadas montañas, hasta llegar a una altura considerable. Investigamos cuevas de minas abandonadas, nos bañamos en las frías aguas de un estero y cantamos todos juntos, como si yo hubiese sido uno más de la familia. Todos soñábamos con un Chile distinto, con un país en el que todos sus habitantes tendrían los mismos derechos, sin pobreza y sin injusticias. Esa fue una de las etapas más felices de mi vida. Fue una época de sueños, que nunca murieron.
Años más tarde, Alvaro me visitaría en Bucharest. Él había obtenido una beca para estudiar medicina veterinaria en Bulgaria, meses antes del Golpe Militar. Sus padres y hermanas pudieron viajar a Suiza y radicarse allí, puesto que tenían derecho a la nacionalidad de ese país. Yo había obtenido asilo político en Rumania.
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