Cuando se agudizan las crisis económicas del capitalismo, con sus consiguiente secuelas como el aumento desmesurado del desempleo, el aumento de la pobreza y la falta de posibilidades de preparación intelectual y profesional, surgen fuerzas nacionalistas que culpan a los extranjeros o las etnias marginadas de todos los males que aquejan a la sociedad. Es lo que ocurrió en Alemania e Italia antes de la Segunda Guerra mundial.
Si bien sus críticas y planteamientos se basan en la realidad, los ideólogos y activistas fascistas no saben o se niegan a reconocer que la verdadera causa de las injusticias y la miseria que afectan a la mayoría de la población y especialmente a la juventud es el Modo de Producción capitalista. Las minorías étnicas y otros grupos de la sociedad son afectados tanto o más que el resto de los ciudadanos. En la mayoría de los casos son los primeros en perder los pocos beneficios que pudieron recibir en etapas anteriores, cuando la crisis no eran tan aguda.
Puesto que la principal base de la ideología fascista es la ignorancia, los dirigentes de los movimientos nazis, neonazis o neofascistas nunca tienen argumentos suficientes para defender sus ideas. Por eso recurren a la violencia, que es su principal arma. Esa violencia es producto del odio hacia los movimientos de izquierda, que se caracterizan por su solidaridad con los más desposeídos o de quienes ven cercenados sus derechos, como son los extranjeros marginados.
La actitud violenta del diputado vocero de Amanecer Dorado, del partido fascista griego, es un ejemplo más de ignorancia, odio y cobardía. Porque los fascitas no sólo son violentos y criminales. También son cobardes, porque atacan a los indefensos y a las mujeres, si no logran persuadir con la palabra.
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