Que obliguen a uno de nuestros hijos a usar símbolos de una religión que no es nuestra, es injusto. Que hayan crucifijos o estampitas en la sala u oficina de una escuela pública, adonde tienen derecho a ir niños de distintas religiones, es una ofensa para quienes no profesan una religión cristiana. Que se rece en las escuelas públicas (como he visto en Venezuela) y se lleve a un templo luterano a todos los niños, de distintas religiones (como he visto en Suecia), me parece una aberración.
Y que se prohíba o amenace a los cristianos por poner símbolos navideños o de otra índole (relacionados con sus religiones) en sus recintos particulares o en sus negocios, me parece igualmente aberrante y de mal gusto. Es intolerancia. Es dogmatismo ciego. Es inaceptable.
Ni los rabinos, ni el Papa, ni los ayatolas o los lamas tienen derecho a prohibir a los creyentes de otras religiones distintas a las suyas que celebren una fiesta que significa veneración de sus dioses o santos, siempre que esas celebraciones no se impongan por la fuerza ni invadan el recinto privado o público de cada ciudadano. El respeto entre los creyentes de las distintas religiones es esencial, así como el respeto por quienes no tienen religión alguna.
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PÚBLICO, 25 DICIEMBRE 2009
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