Nunca fui bueno para contar chistes, aunque viví rodeado de cuentistas, desde que era niño. Entonces no había televisión y la radio no es escuchaba mucho. No sé por qué, pero la radio la recuerdo desde que tenía unos ocho años. No tengo conciencia de haberla oído antes.
En mi casa, la costumbre era sentarse junto a un brasero, por las noches. A veces se aprovechaba el calor de las cenizas para hacer tortilla de rescoldo, que había que raspar con un cuchillo antes de comerla. Mientras mi madre y los invitados o pensionistas tomaban mate, pasando la calabaza y la bombilla de plata de mano en mano y de boca en boca, así pasaba también el turno de contar algún chiste o alguna de las interminables historias de ánimas y aparecidos bajo la higuera o en otros sitios oscuros.
La letrina quedaba a unos treinta o cuarenta metros de distancia del lugar de las tertulias y siempre era un suplicio ir a ese sitio, cuando ya había caído la noche. Había que ir con una vela, que casi siempre la apagaba el viento. Menos mal, en esa época se usaban basenicas y recipientes, para evitar hacer el viaje al excusado, desde el dormitorio.
En las escuelas en las que estudié y en los lugares de trabajo, que fueron muchos hasta que salí al exilio, siempre había cuentistas que contaban chistes, aún en las peores condiciones en que nos podíamos encontrar. Había chistes para todo y todos tenían un apodo. Recuerdo especialmente a dos maestros carpinteros, cuando trabajé en la construcción del edificio para las tiendas de tela Benedetto, que no paraban se hacer bromas, gritando sin parar, mientras golpeaban con sus martillos o cortaban la madera con sus serruchos. Sus voces se oían en toda la obra y gran parte del vecindario. Eran el sendante de los demás obreros, como yo, que corríamos por pasarelas de madera transportando carretillas de concreto, mezcla de arena, piedras y cemento y nos accidentábamos inevitablemente más de alguna vez, dejando parte de nuestra sangre en los muros del edificio.
Hay muchos conocidos artistas chilenos que han llevado su humor más allá de las fronteras. Entre ellos se puede mencionar a Pepo, autor de la conocida caricatura Condorito.
De los muchos periódicos que leo cada día está LA NACIÓN, de Chile. Nunca me había detenido a leer la sección de humor, porque no me queda tiempo para ello. Hoy, sin embargo, lo hice y me entretuve mucho con las ocurrencias de Mico, el humorista, que me gustaría compartir con mis lectores. Los chistes que aparecen allí son un ejemplo de cómo se toman, en Chile, las situaciones difíciles. Entre lágrimas y sufrimiento, siempre hay espacio para hacer humor.
Los chistes me hicieron recordar a un buen caricaturista de nombre Jorge Mateluna Muñoz, a quien tuve el agrado de conocer en Lima, Perú, pocos meses después del Golpe Militar de Pinochet. El personaje que lo hizo famoso fue EL ENANO MALDITO.
ENLACES:
JORGE Y EL ENANO
PEPO Y CONDORITO
COKE Y TOPAZE
En las escuelas en las que estudié y en los lugares de trabajo, que fueron muchos hasta que salí al exilio, siempre había cuentistas que contaban chistes, aún en las peores condiciones en que nos podíamos encontrar. Había chistes para todo y todos tenían un apodo. Recuerdo especialmente a dos maestros carpinteros, cuando trabajé en la construcción del edificio para las tiendas de tela Benedetto, que no paraban se hacer bromas, gritando sin parar, mientras golpeaban con sus martillos o cortaban la madera con sus serruchos. Sus voces se oían en toda la obra y gran parte del vecindario. Eran el sendante de los demás obreros, como yo, que corríamos por pasarelas de madera transportando carretillas de concreto, mezcla de arena, piedras y cemento y nos accidentábamos inevitablemente más de alguna vez, dejando parte de nuestra sangre en los muros del edificio.
Hay muchos conocidos artistas chilenos que han llevado su humor más allá de las fronteras. Entre ellos se puede mencionar a Pepo, autor de la conocida caricatura Condorito.
De los muchos periódicos que leo cada día está LA NACIÓN, de Chile. Nunca me había detenido a leer la sección de humor, porque no me queda tiempo para ello. Hoy, sin embargo, lo hice y me entretuve mucho con las ocurrencias de Mico, el humorista, que me gustaría compartir con mis lectores. Los chistes que aparecen allí son un ejemplo de cómo se toman, en Chile, las situaciones difíciles. Entre lágrimas y sufrimiento, siempre hay espacio para hacer humor.
Los chistes me hicieron recordar a un buen caricaturista de nombre Jorge Mateluna Muñoz, a quien tuve el agrado de conocer en Lima, Perú, pocos meses después del Golpe Militar de Pinochet. El personaje que lo hizo famoso fue EL ENANO MALDITO.
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JORGE Y EL ENANO
PEPO Y CONDORITO
COKE Y TOPAZE
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