La política es algo que no interesa a todo el mundo pero que afecta a todos. Hay distintos sistemas de gobierno, desde los más arcaicos hasta los más modernos. Muchos países son gobernados por monarquías, por reyes y sultanes que nunca fueron elegidos por el pueblo, la misma forma en que se hizo en todo el planeta hasta hace sólo un par de siglos. En muchos otros países hay monarquías denominadas constitucionales, en las que el rey es Jefe de Estado, pero hay un parlamento y otras instituciones que no dependen directamente de la monarquía. Aunque de carácter simbólico, los reyes tienen mucha influencia en la sociedad y promueven negocios que benefician a las grandes empresas. Estas monarquías tienen grandes fortunas y disponen de palacios, personal de seguridad estatal y un gran séquito de servidores que son pagados con los impuestos del resto de los ciudadanos o súbditos. Su actividad es más que nada parasitaria, llevan a cabo viajes por sus países y en el extranjero, participan en todo tipo de homenajes y fiestas que a veces disfrazan como culturales y de ayuda social, pero que en el fondo son promociones que favorecen a empresas y bancos. En la mayoría de los otros países hay "democracias" institucionales que están estructuradas más o menos en la misma forma, inmersas en el sistema capitalista o en incipientes modelos nuevos de socialismo. En la gran mayoría de los países hay un Estado burgués, que se fue formando después de la caída del Absolutismo (VER). Ese estado burgués está intacto en muchos países donde se intenta transformarlo en un estado distinto para posteriormente formar una nueva sociedad.
Es muy difícil elegir un partido político al que apoyar. Quienes hemos participado en política e incluso hemos militado en uno o más partidos, tenemos dificultad para encontrar al que represente mejor nuestra forma de pensar, no sólo en el plano económico sino también en el filosófico y humano. Quienes hemos evolucionado y llegado a la conclusión de que las injusticias sólo se pueden suprimir con la construcción de un modelo económico que sirva a los intereses de la mayoría de la población, somos más selectivos a la hora de elegir un partido político. Pero eso no significa que nos desliguemos de la política, puesto que tenemos conciencia del derecho y deber de apoyar un sistema de gobierno, por mucho que a veces nos equivoquemos.
Es muy difícil elegir un partido político al que apoyar. Quienes hemos participado en política e incluso hemos militado en uno o más partidos, tenemos dificultad para encontrar al que represente mejor nuestra forma de pensar, no sólo en el plano económico sino también en el filosófico y humano. Quienes hemos evolucionado y llegado a la conclusión de que las injusticias sólo se pueden suprimir con la construcción de un modelo económico que sirva a los intereses de la mayoría de la población, somos más selectivos a la hora de elegir un partido político. Pero eso no significa que nos desliguemos de la política, puesto que tenemos conciencia del derecho y deber de apoyar un sistema de gobierno, por mucho que a veces nos equivoquemos.
Es más difícil aún para quienes nunca se han interesado por la política. El poder establecido desde muchos siglos o incluso milenios quiere que seamos apolíticos, que no pensemos, que nos sometamos. Las estructuras de poder de las clases dominantes en la sociedad crean mecanismos que nos hagan creer que participamos y decidimos en las decisiones que toman los gobiernos. Por eso tenemos la oportunidad de "elegir" a nuestros representantes, sin tener necesidad de participar en la política, para ello promueve la idea de que no conviene comprometerse con partidos políticos, sobre todo si estos tienen en sus programas transformar la sociedad establecida. En los comienzos de la democracia griega (cuna y espejo de la democracia occidental) había una clase (los ciudadanos) que elegía a sus gobernantes. Pero la gran mayoría de la población no tenía derecho alguno para decidir nada, ni siquiera sobre sus propias vidas; eran esclavos, que componían la mayor parte de la población. Quienes elegían a sus gobernantes eran menos del 10% de la población total. A medida que las sociedades fueron desarrollándose, los pueblos fueron conquistando su derecho a elegir. Durante la mayor parte de la historia fueron siempre las castas sociales altas las que eligieron. El derecho a voto para todos los ciudadanos de sexo masculino tuvo su origen recién en 1822, justamente en Grecia. En otros países europeos se tardó mucho en instaurar el sufragio universal, como es el caso de Gran Bretaña e Italia, que lo obtuvieron en 1918 y 1919 respectivamente. Las mujeres obtuvieron el derecho a voto mucho más tarde y eso gracias a las luchas de mujeres socialistas y de otras tendencias de izquierda. En algunos países, como Arabia Saudita, las mujeres pueden votar en las elecciones municipales recién desde 2005.
El derecho a elegir, en las democracias modernas, está limitado por una serie de requisitos y está siempre condicionada a mantener el mismo modo de producción y se presiona en mil formas gracias (fundamentalmente) a la influencia de los medios de comunicación, que están en manos de las clases económicamente dominantes. Las campanas electorales son financiadas por las grandes empresas o por aportaciones de personas ricas. La mayoría de las veces es el dinero el que decide hacia qué lado se inclina la balanza. En esas condiciones los partidos políticos de la clase obrera tienen muy pocas posibilidades de llegar a conquistar el poder político.
Por otra parte, los líderes de los partidos políticos (con muy pocas excepciones) son representantes de esas mismas clases sociales. Siempe fueron ellos los que tuvieron acceso a la educación y por ende tuvieron la oportunidad de ser profesionales. Sus riquezas y su preparación profesional les otorgó enormes ventajas en todos los planos, incluyendo el político. Por eso, en la mayoría de las ciudades del mundo son ellos los que logran ser elegidos alcaldes, gobernadores, consejales, regidores, etc. También son ellos los que logran todos los puestos de importancia en las estructuras de poder administrativo. Los abogados, por ejemplo, llegan a ser jueces más tarde, para finalmente pasar a formar parte de la cúpula del sistema judicial. Los economistas pueden llegar a ocupar altos cargos en los bancos, empresas financieras y posteriormente puestos importantes en los ministerios de economía y finanzas. Muchas veces, los profesionales tienen grandes empresas que han heredado de sus padres o que han logrado comprar gracias a la especulación y muchas veces también gracias a su esfuerzo personal. Lo que les ha permitido amasar fortunas es la competencia (la mayoría de las veces desleal) y la posibilidad de aprovechar la fuerza de trabajo de millones de trabajadores que no tienen otra opción que aceptar un sueldo mísero. Una alta tasa de desocupación aumenta las posibilidades de conseguir mano de obra muy barata, a veces hasta regalada. Todos los bancos están a la disposición de los empresarios para recibir créditos, que a su vez son otorgados por entidades estatales con el mismo dinero producto de la explotación de los trabajadores. Muchos empresarios declaran sus empresas o companías en quiebra. Muchos bancos declaran pérdidas a causa del no pago de los créditos otorgados, a causa de negocios turbios o por transacciones especulativas fallidas. En todos esos casos es el estado el que debe intervenir para salvar a los banqueros. Pero nadie se preocupa de los trabajadores, que pierden sus empleos o ven disminuidos sus salarios. A ellos ningún banco central ni privado los compensa por sus pérdidas. Los empresarios que se declaran en quiebra y los banqueros que declaran pérdidas vuelven a abrir nuevas empresas, obteniendo nuevas riquezas. Y luego vuelven a provocar quiebras y aparentes pérdidas. Con triquiñuelas de toda índole logran esconder sus capitales en los llamados paraísos fiscales y lavan el dinero con otro tipo de negocios en los que utilizan a testaferros o familiares. Muchas veces esos negocios se mezclan con el narcotráfico, el tráfico de armas, la trata de mujeres, etc. Así esos empresarios jamás pierden y muy raramente son descubiertos por las entidades fiscalizadoras. Por otra parte, la especulación está permitida en el sistema capitalista, aunque en algunos países se intenta poner topes. Los estados regulan las actividades comerciales hasta cierto punto pero permiten ese tipo de negocios. La clase económicamente dominante se asegura en esa forma el aumento de sus riquezas, al mismo tiempo que mantiene las desigualdades sociales. El estado burgués, con sus legislaciones especiales y con toda la estructura de poder, es garante de la injusticia social. Un apolítico es un instrumento que ayuda a mantener ese estado de cosas y ese sistema social injusto.
Por otra parte, los líderes de los partidos políticos (con muy pocas excepciones) son representantes de esas mismas clases sociales. Siempe fueron ellos los que tuvieron acceso a la educación y por ende tuvieron la oportunidad de ser profesionales. Sus riquezas y su preparación profesional les otorgó enormes ventajas en todos los planos, incluyendo el político. Por eso, en la mayoría de las ciudades del mundo son ellos los que logran ser elegidos alcaldes, gobernadores, consejales, regidores, etc. También son ellos los que logran todos los puestos de importancia en las estructuras de poder administrativo. Los abogados, por ejemplo, llegan a ser jueces más tarde, para finalmente pasar a formar parte de la cúpula del sistema judicial. Los economistas pueden llegar a ocupar altos cargos en los bancos, empresas financieras y posteriormente puestos importantes en los ministerios de economía y finanzas. Muchas veces, los profesionales tienen grandes empresas que han heredado de sus padres o que han logrado comprar gracias a la especulación y muchas veces también gracias a su esfuerzo personal. Lo que les ha permitido amasar fortunas es la competencia (la mayoría de las veces desleal) y la posibilidad de aprovechar la fuerza de trabajo de millones de trabajadores que no tienen otra opción que aceptar un sueldo mísero. Una alta tasa de desocupación aumenta las posibilidades de conseguir mano de obra muy barata, a veces hasta regalada. Todos los bancos están a la disposición de los empresarios para recibir créditos, que a su vez son otorgados por entidades estatales con el mismo dinero producto de la explotación de los trabajadores. Muchos empresarios declaran sus empresas o companías en quiebra. Muchos bancos declaran pérdidas a causa del no pago de los créditos otorgados, a causa de negocios turbios o por transacciones especulativas fallidas. En todos esos casos es el estado el que debe intervenir para salvar a los banqueros. Pero nadie se preocupa de los trabajadores, que pierden sus empleos o ven disminuidos sus salarios. A ellos ningún banco central ni privado los compensa por sus pérdidas. Los empresarios que se declaran en quiebra y los banqueros que declaran pérdidas vuelven a abrir nuevas empresas, obteniendo nuevas riquezas. Y luego vuelven a provocar quiebras y aparentes pérdidas. Con triquiñuelas de toda índole logran esconder sus capitales en los llamados paraísos fiscales y lavan el dinero con otro tipo de negocios en los que utilizan a testaferros o familiares. Muchas veces esos negocios se mezclan con el narcotráfico, el tráfico de armas, la trata de mujeres, etc. Así esos empresarios jamás pierden y muy raramente son descubiertos por las entidades fiscalizadoras. Por otra parte, la especulación está permitida en el sistema capitalista, aunque en algunos países se intenta poner topes. Los estados regulan las actividades comerciales hasta cierto punto pero permiten ese tipo de negocios. La clase económicamente dominante se asegura en esa forma el aumento de sus riquezas, al mismo tiempo que mantiene las desigualdades sociales. El estado burgués, con sus legislaciones especiales y con toda la estructura de poder, es garante de la injusticia social. Un apolítico es un instrumento que ayuda a mantener ese estado de cosas y ese sistema social injusto.
ENLACES:
NADIE ES APOLÍTICO
EL APOLÍTICO, VANGUARDIA DEL REACCIONARIO
CARTA ABIERTA A UN AMIGO APOLÍTICO
LA ANTIPOLÍTICA, UN FENÓMENO PROPAGANDÍSTICO LIBERAL
CÓMO LEER MIS BLOGS
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